martes, 8 de febrero de 2011

Un icono de América a fallecido. Helenita Vargas



Mi madre, la escuchaba mucho, ayer falleció la Ronca de Oro de la canción Colombiana a fallecido y naturalmente, hemos brindado unos pocos minutos para conocer su carrera, su vida, su música.

Helenita Vargas aprendió a cantar antes que a leer, fue mala estudiante y hasta reina de belleza y se quedó con la música porque era el sueño más grande que abrigaba.

Galleguita la divina
la que a una playa argentina
llega una tarde de abril
sin más penas ní tesoros
que tus dulces ojos moros
y tu sonrisa gentil.

Esa era la canción que Helenita Vargas más tarareaba cuando era niña. 'La Ronca', 'María de los guardias', 'La reina de la ranchera' o como quieran llamar a esta valluna considerada un icono de pueblos y cantinas, cantaba más tangos que rancheras porque su mamá, Susana Marulanda, la arrulló al ritmo de música argentina. En uno de los recuerdos más diáfanos que guarda de su niñez, se ve en su finca cantándole a su mamá 'Vieja pared del arrabal...'

A los cuatro años no sabía leer pero sí memorizar letras de canciones. "Es que tengo una memoria que no sé de dónde la saqué", dice y se siente tan orgullosa de su capacidad de retentiva que hasta al neurólogo Jorge Pontón, amigo suyo, le ha dicho: "Cuando me muera le dejo de regalo mi cerebro para que lo estudie, porque es una machera".

El diablillo de la fama

Por esos arrebatos de vanidad que asaltan la juventud, se le midió a un reinado de belleza a los 17 años. En 1951, cuando fue coronada Leonor Navia como Señorita Colombia, 'La Ronca de oro' compitió con ella y otras candidatas para representar a Cali en el certamen departamental. Tiene claro ese momento y no la mortifica recordarlo. "Me sirvió para darme cuenta de que tenía mucho carisma y de que le gusto mucho al pueblo. Lo sentía cada vez que me regalaba sus aplausos".

En efecto, a Helenita, la mujer siempre bien puesta, maquillada y arreglada, le gusta 'untarse' de pueblo, entra en perfecta sintonía con él y sabe que siempre ha marcado un puntaje alto en sus preferencias. "De no ser por mi gente no venderia tan bien y las casas disqueras no me llamarían para sacar nuevos discos. Y sobre todo, por Dios!, no puedo desconocer que soy arrabalera".

Sí, con orgullo se confiesa arrabalera, de vez en cuando suelta sus palabrotas y revela su genio cuando se topa con personas incumplidas o desleales; pero también es una mujer dulce, que se derrite con María del Pilar, su única hija, y sus nietos Helenita y David, que viven en Estados Unidos.

¿La Ronca?

Lázaro Vanegas, un periodista de El Espacio, la llamó por primera vez 'La Ronca' hace 31 años. Ella, que salta con facilidad de un tema a otro, recuerda que en esa época Yamid Amat, su primer periodista admirador y luego su gran amigo, escribía como Juan Lumumba. Y lo trae a la conversación porque, dice, por él profesa una amistad de esas de 'mano apretada'.

Bohemia, confiesa que el trago le ha gustado muchísimo pero lo ha dejado por el trabajo, porque no quiere defraudar al público y perder vigencia. "Tomaba antes de subir al escenario, pero no se lo recomiendo a nadie pues se pierden reflejos y no es bueno. No hay como disfrutar del éxito con sobriedad".

La nostalgia se la deja a los que añoran los viejos tiempos, dice, y quizá llegue a sufrirla cuando se retire pero ese día aún no lo tiene a la vista. Prefiere gozarse la certeza del presente, no dejarlo escapar frente a sus ojos y mucho menos dejarse enredar en lo incierto del futuro.

Tímida como ella sola, es capaz de pedir todos los favores a nombre de un amigo, pero en el propio nunca. Cuando canta se transforma, pero el temor vuelve cuando le toca atravesar un salón atestado de gente desconocida.

Para Helenita las lágrimas son tan necesarias como las notas para una canción. No las esquiva y reconoce que han sido un bálsamo en los momentos difíciles, porque a ella también le ha tocado su tajada de sinsabores, como el fracaso en su primer matrimonio o la muerte reciente del esposo de su hija. Aún así, nunca se ha sentido desdichada.

Hojas de calendario

igual que un libro, Helenita permite recorrer los capítulos de su vida sin prevenciones. Habla del cariño que profesa por Bogotá, donde ahora vive, a pesar de que esa ciudad fue testigo de las tristezas que vivió con su primera pena de amor. Claro, también de la felicidad que alcanzó cuan do conoció a Gonzalo Zafra, a quien define como el amor de su vida.

Por ese sentimiento se dejó llevar y cometió locuras, pero nada graves como para caer en arrepentimientos. Por él se casó en ceremonia civil hace más de 30 años, cuando eso no era visto con buenos ojos. Le importaron cinco los comentarios, entre ellos los de su mamá porque, dice, fue inmensamente feliz.

Pero si habla de todo con desparpajo, hay un tópico que elude con sutileza y humor: la edad. " No voy a decir los años que tenía cuando empecé a cantar, porque empiezan a hacer cuentas y se me ven los sesenta y pico largos. Es que no me gusta que me digan: ¿Cómo se conserva?, qué palabra tan espantosa".

Cuestión de vanidad o no, lo cierto es que Helenita Vargas va para sus 35 años de vida artística y como ella misma lo dice, Ronca hay para rato.

Tomado de la Revista Alo, No.359, julio 12 de 2002





El alcohol alcanzó a desafinarla

Me casé pésimamente, busqué lo peor que había". Esto es lo que dice Helenita Vargas cuando se refiere a su primer esposo, del que prefiere no hablar mucho. Recuerda que el escándalo en su familia fue gigantesco, pero nada comparado con lo que vino después: "No era feliz en mi matrimonio, al poco tiempo conocí a Gonzalo Zafra Villa, primo de unos vecinos. Lo vi por primera vez al frente de mi casa, nos cruzamos, nos saludamos y ahí me gustó".

Helenita y Gonzalo quedaron flechados. Tanto, que ella dejó a su marido por ir detrás del amor. Se voló otra vez para casarse a escondidas por lo civil: "No me dio remordimiento, mi familia gritaba y se azotaba, pero estaba feliz y no me arrepiento. Ya en ese tiempo sabía que la gente no me daba de comer, ni tampoco me preguntaban si me hacía falta algo, eso tenía que buscarlo yo y si lo encontré ¿por qué tenía que sentirme mal?". La unión duró 20 años "los más felices de mi vida", asegura Helenita.

Fue con su apoyo que inició su carrera de cantante, pero al inicio la inseguridad fue su verdugo: "Era joven y buscaba la seguridad para cantar en el trago. Cogí una fama de desafinada terrible; no me gusta escuchar mis discos viejos por eso. Pero aprendí a tiempo por dónde era, no quería llegar a hacer los papelones de otros artistas de renombre. Entendí que cantar es una profesión tan seria como cual quiera. Desde entonces no confundo los conciertos con las fiestas". .

Tomado de la revista Jet-Set, Edición No. 100, 10 de junio de 2006






por Juan Carlos Piedrahíta B.

El despecho tiene ese barniz incómodo del engaño, pero en Helenita Vargas ese halo se transforma en sinceridad. Cuando el humorista Camilo Cifuentes, algo asustado, compartió con ella su imitación se esperaba un sonoro regaño acompañado con una de esas palabras de grueso calibre que con tanta facilidad afloran de la boca de la artista, pero se encontró con un par de indicaciones cariñosas para hacer de esta exageración un homenaje.

Aproximar con la lentitud de un bolero la mano a la mandíbula, mantenerla ahí por unos segundos y con elegancia dejarla descolgar. Lo demás era del completo gusto de La Ronca de Oro, desde el vestuario y las joyas hasta la manera enfática de mover la cabeza, sobre todo cuando llegaba el momento de cantar la estrofa: Es el fiel prototipo de cinismo y de rencor/ usted es una copa que guarda veneno en vez de licor', en Señor, una de sus canciones de mayor reconocimiento.

Con el mismo desparpajo con el que le habló a su imitador en ese entonces en vía de consolidación, Helenita Vargas (cuyo verdadero nombre es Sofía Helena Vargas Marulanda, pero quien le diga así debe ser consciente de que está firmando una guerra sin cuartel) se enfrentó a la estrella mexicana Agustín Lara para decirle: "Yo quiero cantar". En aquel momento ella tenía 16 años y no sabía muy bien que el día había llegado, porque allí cantó no de la misma forma en que lo había hecho desde antes de ir a la primaria, sino con entrega, con pasión y, sobre todo, nervios. Ese mismo sentimiento se repitió cuando compitió por la corona de Cali, como antesala del Reinado Nacional de la Belleza, pero con una novedad, porque además del susto que le producía subirse a un escenario, sintió pena de que la vieran desfilar de ida y ahí supo que su belleza no necesitaba una corona diferente a la del favoritismo de quienes decidían oírla.

Escuchar a Helenita Vargas es entender que las fronteras entre la música son simples ideas que se van al traste en un segundo. En sus conciertos aparece la gran influencia mexicana con trompetas agudas y bajos cadenciosos que les dan paso a los aires más tradicionales del folclor del interior de Colombia con cuerdas afinadas, tal como se aprecia en sus interpretaciones al lado del reconocido guitarrista Gabriel Rondón. El tiempo que te quede libre y Propiedad privada, dos de los clásicos que se han hecho inmortales gracias a la voz de la llamada Ronca de Oro, son piezas ejecutadas casi que con la misma mística con los que se cantan los temas del maestro Jorge Villamil. Pero además de convocar a México y Colombia, Helenita Vargas siempre hace una mención especial al tango y no en vano afirma: "Es que no se les olvide que yo soy arrabalera". Y así es, esta mujer es del pueblo, a pesar de las altas esferas de la vida política que la han arropado desde que por primera vez el periodista Lázaro Vanegas la llamó La Ronca, hace más de tres décadas.

Tal vez la canción que más identifica el sonido de la artista es María de los guardias, en la que dice: "No es cosa de que me las pique/de ser de la guardia la reina y señora/pero mi primera rasca/la chupé chiquilla de una cantimplora". Eso lo confiesa Helenita Vargas asumiendo el papel de María, pues mucha de su puesta en escena siempre se ha basado en la actuación, pero con esa misma claridad asegura que fue bohemia y que hasta cuando se lo permitió su salud, se tomó un brandy antes de conquistar al público. "Pero eso sí, borracha nunca me monté a una tarima, porque con el trago se pierden reflejos y una cantante siempre debe saber reaccionar", comenta con una sinceridad ajena a su estilo musical, pero propia de una artista que no se anda con razones, razones,

Tomado del periódico El Espectador, 25 de enero de 2011

'La Ronca de Oro'

por María Isabel Saavedra
Cantautora colombiana

Hay seres que pasan por esta tierra avasallantes, con exceso de esencia, tocándonos la fibra humana y abriendo los sentidos hacia nuevos descubrimientos. Así es como debería ser la experiencia del paso por aquí de cualquier mortal.

Y como escritora, compositora y cantautora irrestricta, debo confesar que de esos, muy pocos como ella, me han hecho llorar, emborrachar, vibrar, cantar hasta morir al calor de un aguardiente de caña, identificar con mi ser femenino y contradictorio, como la diva de mi país y tal vez la mejor intérprete de mis canciones, Helenita Vargas, La Ronca de Oro de los colombianos.

Y es que ser auténtico en estos dos siglos recientes y precisamente hoy, cuando el oído ha sido malgastado por una corriente de sonidos sin fondo, es lo más parecido a SER.

Y ella ES.

Es la voz que nos remonta a la mejor etapa de nuestros despechos amorosos, es imagen de nuestra Colombia popular, la María de todos los guardias, la señaladora de los malos hombres, la amante y la señora, la abnegada y la bandida, esa que les canta a ellos directo a los ojos, con picardía y altivez, dejándolos boquiabiertos y con el corazón a media asta.

Helenita Vargas no es sólo una voz y un estilo de cantar, no es una más en medio de esta maraña musical latinoamericana que amenaza con la dictadura de 'quedarse inédito' por siempre y para siempre. Al contrario, ella es una época, es un movimiento, una corriente que muchas siguieron, otras copiaron y todas recuerdan.

La elegante y estilizada ronca es ahora una leyenda viva de nuestra música popular, y aunque los años nos pasen, ella respira cada segundo vida y ganas. No es para menos. Si en cada aliento va la satisfacción de haber hecho poner de pie a un país entero a punta de canciones.

No sé cómo llamarlo, si privilegio, bendición, regalo, maravilla, buena suerte o todas las anteriores, el hecho de que como compositora joven, una de mis canciones paridas con certeza y sangre a los 18 años, haya aterrizado en la voz arrolladora de la Vargas.

Lo único cierto es que con experiencias como esa, a uno le entran ganas de seguir vibrando y dando a luz, escribiendo a vena abierta, aunque en ese alumbramiento de savia sintamos de nuevo todos los dolores y los despechos que el amor nos provoca.

Se me llena la boca de mujer de orgullo cuando oigo la voz y el carácter de nuestra Helenita, cuando siento que fue culpable de millones de emociones juntas producidas a lo largo de tantos años de carrera, en una calle, en un palacio, en una cantina o en el club, en un teatro o en un taller, en fin... Esta insondable ya forma parte de nuestro sonido nacional, como el himno patrio, como García Herreros, como Pambelé o como la salsa de Juanchito, como el 'deje así'.

Como mujer temeraria y frentera o como representante de una generación confundida en el inservible feminismo o como una cantora de masas de pueblo, o como escritora de profundidades, fealdades y nimiedades de la naturaleza humana, o como lo que sea que vaya a ser mi destino, quisiera algún día ser recordada, como seguramente, sin tanto alarde intelectual a paso de corazón, fibra, coraje y una voz "pielrojera" e inextinguible, será amada y recordada, mi heroína del despecho, la intérprete de mi Me borrarás, doña Helena Vargas, La Ronca de Oro.

Tomado del periódico El Espectador, 25 de enero de 2011

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